lunes, 26 de julio de 2010

CAPÍTULO I

Las olas del mar se rompen en las piedras, intentan destruirlas de alguna manera pero aquellas no cedes, no se rinden. Las aves vuelan con su habitual elgancia, rozando las patas en el agua y el sol muestra solo la mitad de su cuerpo rojizo, las nubes se empeñan en ocultar su desnudez.
Mientras el día muere, el viento se fortalece, alzando la arena y forzándola a bailar alguna melodía brusca que el canta.
He venido aquí huyendo del bullicio, a cumplir la promesa que le hice al silencio desde que nací. He encontrado mi roca favorita, es cómoda a pesar de su dureza, como un sofá calentado por el sol de toda la tarde.
Unos ladridos conocidos inbterrumpen el baile del viento, la arena y el mar, pero no me molesta ¡es el!. Una risa natural escapó de mi boca, no es la risa forada que uso con los demás. El perro llegó corriendo y me puse de pie, colocó sus patas llenas de lodo en mi cintura, me empujaba.
- Basta - ordené riendo.
Se calmó un poco, jadeando. Caminé hacia cualquier luga y me siguió.
El mundo ya había girado y la luna nos miraba. El perro aullaba lastimosamente. Acaricié con dulzura aquel pelaje suave y marón. Debía tener mucho frío. El viento había ganado y nos envolvía salvajemente.
- Regresemos a casa - dije con un suspiro de rendición.
Caminar sobre la arena y contra el viento era difícil pero logramos salir hasta la carretera. La casa estaba lejhos, más incluso que el centro, yo quería caminar pero el perro estaba cansado, de seguro, ya había hecho un gran esfuerzo por encontrarme.
El chofer condujo rápido, quizá porque no quería que el perro ensuciase sus tapetes. Reprimí una risilla de burla.
- Aquí es - le dije. Frenó bruscamente. El animal bajó de inemdiato un poco atemorizado e ingresó a la casa mientras yo pagaba con lo último de mis ahorros.
-¡Eh! ¿Quién lo ha dejado pasar con las patas sucias? - refunfuñó la dueña.
- Lo siento, señora.
- ¿Qué haces aquí tan tarde? ¿Acaso no me oíste cuabndo te dije que no quería ver a ese perro?
- Me ha seguido..
- ¡No me importa, si sigue por aquí uno de estos días lo voy a matar! ¿me escuchaste?
Me apresuré a sacarlo de la casa, luchando contra su fuerza y las ansias de comer.
- Vamos, por favor, vamos - le instaba.
Lo empujé hasta sacarlo. En el centro de la calle habían árboles, lo ubiqué bajo el más frondoso y lo arropé con una de mis sábanas.
- Quédate aquí, mañana veremos dónde te quedas.
Me senté junto a él y lo acuné, me tapé la nariz para resistir el hedor de la basura, hasta que se durmió.
Caminé hasta la casa trantando de cubrirme de la lluvia. Era una casa grande pero vieja. Arruinada por la humedad, poseía rejas oxidas que custodiaban la entrada. Cuando llegué supuse que en sus más grandes tiempos debió tener un jardín majestuoso, llenbo de luces donde ahora solo había tierra seca e infértil.
El vértigo me invadió al tocas la manija de la puerta, sabía lo que me esperaba: Oscuridad plena, inundando un piso de madera apolillada, cuatro paredes amarillentas de una sala con sofás rotos y mugrientos, niños tratando de dormir en el suelo abrazados , para protegerse del frío y una lámpara que se encendería mostrando un cuerpo gordo, un rostro redondo, cuyos ojos estarían rodeados de ojeras aterrorizantes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario